miércoles, 14 de mayo de 2014

TESTIMONIO DE CONVERSION DE MARISA ITURRALDE

                                         
                                                       Marisa Iturralde
 
 
Nací dentro de una familia humilde. Yo era la pequeña de tres hijos, los dos mayores eran chicos. El ser mujer en mis tiempos me marginaba mucho. Yo no podía hablar, no podía opinar, yo tenía que ayudar en todas las tareas en casa, hacía los recados, etc. ¡Sólo por ser mujer! No podía discutir con mis hermanos, pues ellos al ser varones tenían siempre razón. Esas circunstancias me hicieron una niña acomplejada, llorona, tímida e insegura. Siempre que yo quería decir algo la contestación era: “tú te callas que tú no sabes” o “tú cállate que eres una chica”. Mi padre se ganaba la vida tocando el acordeón por las plazas y vendiendo coplas. En algunas temporadas, mi madre le acompañaba cantando y recorriendo las plazas de muchos pueblos de España.

En ese tiempo quedábamos al cuidado de mi abuela. No puedo decir que fuera una niña feliz, aunque mi abuela la recuerdo con mucho cariño. Mi madre por otra parte era una mujer enferma de los nervios y nunca sabía si iba a estar de buenas o malas. Así era mi vida antes de tener la oportunidad de conocer a Cristo, y sin meterme en muchos detalles.

Mi madre se había criado con su abuela y ella siempre le había dicho que la única verdad era Jesús. Nunca supe de donde le venia a mi abuela esa convicción, pues, por aquellos años todavía no había llegado el evangelio a Alicante. Por esa razón mi madre tenía mucha fe en la Santa Faz y acudía a menudo a la ermita donde le decían que había un pañuelo con la cara de Jesús. Un día, mi hermano mayor le dieron un tratado en la calle, y vino a casa muy contento diciéndole a mi madre que le habían hablado de Jesús.

A partir de ese momento empezamos a acudir a la casa donde se reunían los primeros creyentes que hubieron en Alicante. Era un planta baja, muy cerca de donde está la iglesia Bautista en la plaza Pío XII. Así nos hicimos protestantes (que es como nos llamaban). La vida no fue fácil y la convivencia escolar menos. Los vecinos nos miraban como bichos raros. ¡Lo que nos faltaba, ahora aparte de pobres, no éramos católicos! No quiero ni recordar como era mi vida en el colegio. Yo era, según la directora, la pobrecita nena que no era católico-romana. La directora se compadecía de mí porque pensaba que estaba condenada al infierno. No comprendía como una madre podía consentir llevar a la condena a su familia. (en el tiempo de Franco sólo se podía ser católico) La directora me llevaba cuando terminaba el colegio a un convento donde ella se hospedaba, y las monjas me estaban cosiendo el traje para que hiciera la comunión. Por fin intervino mi madre (que a cabezona no le ganaba nadie) y me pude librar de las monjas, de la directora y de la comunión.

Yo era feliz dentro de la vida con lo hermanos de la iglesia, y tenía muchas amigas que fueron importantes para mí. Mis recuerdos de la infancia cambian a partir de mi asistencia la iglesia. Recuerdo con agrado todas las actividades en las que participábamos: La Escuela Bíblica de Vacaciones, o salídas al campo en las fiestas. Empecé a sentirme feliz. Empezó a renacer dentro de mí como una nueva vida. El conocer al Señor hizo dentro de mí como un chaleco salvavidas que me inmunizaba de las burlas en el cole o que los vecinos nos tuvieran como pobretones. Ya no me llegaban a herir las injusticias que tenía que vivir, tanto dentro de casa como fuera, por ser chica. Ni los cambios de humor de mi madre. Pronto aprendí a tener una relación. No entendía, desde luego, el evangelio en toda su plenitud, pero me sentía feliz y oraba al Señor por todo. Doy gracias al Señor por algunas de las peticiones que le hacia, que nunca me contestó. ¡menos mal! Pero estaban llenas de la inocencia de la niñez y era maravilloso saber que lo tenía a El para escucharme. Di testimonio un domingo hace 51 años. Recuerdo que di un salto en el banco donde estaba sentada y me puse de pie, ese mismo año me bauticé.

Mi hermano el mayor murió cuando tenía 15 años. Yo siempre he pensado que el Señor lo mando a este mundo para que nos trajese aquel día un tratado, y cumplida la misión se lo llevó.

Por otra parte mi padre, no venía a la iglesia con nosotros, (el decía que la iglesia era para las mujeres y los niños) pero siempre nos despertaba los domingos para que no se nos hiciera tarde para ir a la iglesia.

Nos acompañaba sólo en momentos especiales (Navidad, el día de la madre, o de excursión). Por fin dio testimonio con 95 años y se bautizó.

Mi versículo favorito es “sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Ap.2:10). No voy a decir que todo haya sido un camino de rosas. He tenido momentos buenos y malos, pero mirando ahora hacia atrás, veo como el Señor me ha ido sacando de cada dificultad y librándome de aquellas personas que por su comportamiento podían haberme hecho daño. Son muchos años en el Señor (55) y puedo decir a viva voz que siempre lo he sentido cerca de mí. Él cambió mi vida. Las personas que me conocen y conociendo ahora mis principios, pueden ver que si no hubiera sido por el Señor, yo no sería lo que soy y no estaría donde estoy. EL SEÑOR SIEMPRE HA ESTADO A MI LADO. Y AUNQUE NO MEREZCO QUE ME AME ¡ME AMA! Y ALGÚN DIA, POR SU MISERICORDIA, ESTARÉ EN SU PRESENCIA PARA TODA LA ETERNIDAD.

MI TESTIMONIO VISTO MUSICALMENTE

Como contaba en mi testimonio, empecé a escuchar el evangelio a la edad de casi 9 años. Mi padre, como ya dije, se ganaba la vida tocando el acordeón (aunque él no había tenido la oportunidad de estudiar música), así que tenía mucho interés en que sus hijos pudieran estudiarla. Por esta razón teniendo yo 9 años me sacaron del colegio y al igual que a mis hermanos, nos pusieron a trabajar para poder pagar a la profesora. Como mi padre no encontró un profesor de acordeón (que es el instrumento que él quería) empezaron mis hermanos con una profesora de piano. Yo recuerdo que con 10 años me levantaba a las 7 de la mañana para ir a recoger el periódico de la administración, y repartirlos a primera hora a los clientes. Mi hermano mayor trabajaba con un zapatero remendón y el otro y yo, en un kiosco de periódicos.

Cuando murió mi hermano el mayor, yo tenía 11 años. Fue muy triste para mí, pues ha pesar del ambiente discriminatorio que me rodeaba por ser chica, él siempre salía en defensa de los más pequeños.

Al faltar mi hermano, mi padre pensó que yo también podía estudiar música, así que ocupé su puesto con la profesora. Mi padre tenía una visión más moderna de la situación y, aunque mi madre era de la opinión de que las mujeres sólo teníamos que pensar en casarnos, él me dejó estudiar. Yo como no me dejaban hablar, pues, no discutía, pero iba a la mía. Por aquel tiempo (desde que murió mi hermano) la situación en la casa fue a peor, mi madre se volcó más en el hijo varón que le quedaba y yo pues, estaba ahí y nada más. Su carácter nervioso empeoró.

Ahora ya mayor, puedo disculpar a mi madre, sabiendo que ella también había tenido una infancia desagradable. Su padre murió pronto y ella no se pudo criar con su madre. Vivía con su abuela, un tío (hermano de su padre) y la novia de éste.

Seguíamos trabajando mi hermano y yo, y mis padres aprovechaban ese dinero para pagar a la profesora. Pudimos comprarnos un piano, conociendo a un luthier que arreglaba gramolas y las convertía en piano; nos costó 5.000 pesetas y las pagábamos poco a poco. Por ese tiempo el pastor de nuestra iglesia se enteró de que, en la misión a la que pertenecíamos (UEBE), habían abierto un plan para ayudar a chicos/as que quisieran estudiar música, así que él nos recomendó y estuvimos recibiendo ayuda por algún tiempo. Con 15 años ya empecé a tocar el órgano en mi iglesia, cantaba en el coro, y empecé a sentirme importante. A esta misma edad pude acudir por las tardes a una academia gratuita y aprender algo más.

Tuve varios trabajos y en uno de ellos aprendí a escribir a máquina. Acabé siendo secretaria en un despacho de abogados.

El conocer al Señor hizo que pudiera tener una vida plena, aunque en casa no me dejaban expresarme, yo me había formado un mundo interior, era como una pared que no dejaba pasar aquello que pudiera dañarme o marcarme. No es que fuera una pasota y que todo me resbalara, al contrario, era muy sensible y todo me dañaba. Pero tenía un amigo nuevo. Gracias a El, soy lo que soy.

Recuerdo que en la iglesia me reía mucho, tanto como lo que lloraba en casa. Con 18 años terminé mi carrera de piano. Para terminar la carrera de piano pudimos comprar un piano algo mejor. Luego empecé a estudiar canto. No es que tuviera un gran instinto musical, pero como me gustaba la música y era algo que me dejaban, pues yo estudiaba. Recuerdo que cuando cantaba, todos me decían que me callara, pero yo cabezona, estudié canto. Cuando llevaba 2 años estudiando la profesora me dijo que yo no valía ni para vender pescado en el mercado. Pero yo, como tenía por costumbre, no discutía y seguía para adelante. Cuando terminé los estudios de canto, di un recital y canté a dúo con la profesora.
Fui directora del coro, y me hice muy conocida como organista, cantante y directora en el mundo evangélico en toda España.

Hace como 43 años , se hizo en España una campaña evangelística y, como en Alicante éramos varios los que estudiábamos música, otras iglesias solicitaron nuestra colaboración, y yo vine a Elche para ayudar en la música. Cuando terminó la campaña me pidieron volver cada semana y hacer un coro, pues la iglesia tenía muchos jóvenes y les faltaba alguien que los pudiera dirigir. Así que me vine a Elche a la iglesia de la UEBE.

En el coro había un chico que se llamaba Tomás...Conocerle fue lo mejor que me pasó después de conocer al Señor. Ahora mirando para atrás, veo ¡cuán grandes cosas me ha dado el Señor!. Y doy gracias por todo lo que me dio y por todo lo que no me dio. Pues en todas las cosas he visto su mano protectora.

Bueno, nos casamos el 19 de Marzo de 1971, y hemos tenido 4 hijos maravillosos, que han sido un regalo del Señor cada uno de ellos.

Si no hubiera sido por el Señor yo podría ser una persona amargada y con muchos complejos. Pero no es así, y todo esto lo cuento (sin meterme en muchos detalles) para que los que me conocen puedan ver CUAN GRANDES COSAS EL SEÑOR HA HECHO CONMIGO, y recordando ese himno que dice: “SI NO HUBIERA SIDO POR EL SEÑOR, MI ALMA SE HUBIERA PERDIDO”. Y siempre pensando “TODO LO PUEDO (PUDE) EN CRISTO QUE ME FORTALECE (FORTALECIÓ).

                                             


 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario